1492: ¿Descubrimiento o invasión y genocidio en América?

Después de la llegada de Cristóbal Colón, a fines del siglo XV (1492), cientos de exploradores españoles emprendieron el reconocimiento territorial del nuevo continente. La incorporación de los nuevos territorios a la Corona española supuso la implementación de una conquista cruel y despiadada.

El primer impacto fue el asombro, luego el miedo ante los “cañones, arcabuces, mosquetes” y la presencia “mágica” del hombre blanco subido a un caballo. Los invasores aprovecharon el desconcierto y dominaron a las sociedades más desarrolladas de los pueblos originarios que eran más populosas e imponentes que las existentes en Europa.

Chocaron dos mundos desconocidos entre sí con los más diversos estadios de desarrollo. La ventaja para los europeos fue conocer la pólvora, la brújula, el papel y la imprenta.

El solo hecho de pisar tierra produjo una espectacular cadena de acontecimientos que transformó y dinamizó la historia de la humanidad. El descubrimiento de oro y plata en el continente desato un verdadero aluvión colonizador. Centenares de expediciones y millares de hombres fueron tras los pasos de fabulosas fortunas. En los primeros 150 años de conquista, toneladas de plata y oro arribaron a España y potenciaron el incipiente desarrollo comercial y manufacturero, que abrió las puertas a la Revolución Industrial y al desarrollo capitalista de Europa.

El comercio empezó a diseñar el mercado internacional y el desarrollo económico que terminarían por sepultar definitivamente a la sociedad feudal y al absolutismo monárquico.

En pocos años españoles, portugueses, británicos, holandeses y franceses se disputaron el gigantesco botín. Un siglo después de su llegada, más de 70 millones de indígenas preexistentes sólo quedaban tres millones y medio de almas. Primero, fueron derrotados, luego, privados de su cultura y creencias, sometidos al trabajo esclavo y las enfermedades importadas por los europeos encontraron a sus organismos sin defensas para resistir los virus y bacterias.

La casi extinción de la población nativa generó otro genocidio; al propiciar el repudiable comercio de seres humanos, al arrancar millones de africanos de su tierra natal para traerlos como nueva mano de obra esclava.

Ingleses, holandeses y franceses se destacaron en ese negocio infame. Los cazaban como a animales en el África, luego los cargaban en los barcos para atravesar el Atlántico. Su primer destino eran las Antillas, luego prácticamente a todo el continente.

Sólo entre 1680 y 1688, la Real Compañía Africana embarcó setenta mil africanos, de los cuales sólo llegaron a las costas americanas unos 46 mil. En Haití, ingresaba un promedio de treinta mil esclavos por año. En 1789, la población de la mitad francesa de la isla Española era de cuarenta mil blancos y 450 mil esclavos.

La reconstrucción de los datos disponibles permite determinar que, en no menos de un siglo, se importaron unos diez millones de nativos africanos. Según fuentes inglesas, esa estimación se duplica.

Si se toma en cuenta que gran cantidad de africanos morían antes de pisar tierra americana, víctimas de las cacerías, en el traslado hacia los barcos, en las tortuosas travesías hacinados en las bodegas o en el desembarco, la cifra de seres arrancados violentamente de África puede elevarse a cuarenta o cincuenta millones desde que comenzó ese despreciable comercio hasta mediados del siglo diecinueve, provocando el arrasamiento de aldeas y etnias.

Oro y plata para Europa

El oro y la plata americanos contribuyeron a formar los primeros grandes capitales europeos, que dinamizaron la economía y detonaron la Revolución Industrial.

Así se fue gestando la sociedad capitalista. El capitalismo desplegó sus máximas posibilidades de desarrollo en los países más avanzados de la época, donde se produjeron los saltos más dinámicos en la primitiva acumulación de capital, basados esencialmente en el pillaje y la repartición del mundo.

Entre 1503 y 1660 salieron desde tierras americanas hacia España, según constancias documentadas en Sevilla y Madrid, alrededor de 200 toneladas de oro y 17 mil toneladas de plata.

Según las estadísticas más autorizadas, la producción de oro y plata indianos, entre 1503 y 1560 ha sido estimada en 173 millones de ducados. Otras estimaciones dan unas 90 mil toneladas de plata las extraídas de las entrañas americanas en el lapso comprendido entre 1500 y 1800 y su valuación se elevaría a unos 120 mil millones de dólares actuales.

Se generó así una división internacional del trabajo que adoptó formas de triangulación: América aportó oro, plata, materias primas y la mano de obra; África suministró la mano de obra esclava que sustituyó a los exterminados nativos americanos y Europa se llevó la parte del león, ya que produjo y comercializó los productos manufacturados a la vez que capitalizó las transacciones de los demás vértices de la triangulación.

Muchos herederos de los que sufrieron en carne propia las atrocidades de los invasores europeos y el cínico papel de la Iglesia, aprovecharon la oportunidad del viaje de Juan Pablo II a Lima, en 1984, para entregarle una carta firmada por el Movimiento Indio Kollasuyo, el Partido Indio y el Movimiento Túpac Katari, de Bolivia y Perú, que en uno de sus párrafos decía lo siguiente: “Hemos decidido aprovechar la visita del Papa para devolverle su Biblia, pues en cinco siglos no nos ha dado ni paz, ni amor, ni justicia… Por favor, llévese su Biblia y désela a nuestros opresores, cuyos corazones y cerebros necesitan más de sus preceptos morales… Recibimos la Biblia, que fue el arma ideológica del asalto colonialista. La espada española que de día atacaba y mataba cuerpos indios, de noche se volvía cruz que atacaba el alma india…”.

El aniquilamiento continuó, las rebeliones también

A pesar de la enorme desproporción de fuerzas, los sometidos por los conquistadores se rebelaron en innumerables oportunidades. Una de las más destacadas fue la del 4 de noviembre de 1780, liderada por José Gabriel Condorcanqui: Túpac Amaru.

Las rebeliones y masacres prácticamente abarcaron todo el continente. Tanto los nativos del lejano oeste como de los pampas reaccionaron con distintas formas de resistencia al avance incontenible sobre sus tierras. En nuestro país, tanto diaguitas, quilmes y mapuches, entre cientos de etnias, expresaron su valiente rebeldía.

En 1522, los esclavos de Diego Colón –hijo de Cristóbal- llevaron a cabo la primera sublevación que se tenga memoria, fueron derrotados y terminaron ahorcados, pero marcaron un camino.

En Brasil, numerosos esclavos huían de las explotaciones hacia la selva. Se fueron concentrando y organizando hasta llegar a constituir el reino de Palmares, en pleno Amazonas. La superficie que controlaban llegó a alcanzar un tercio del dominio portugués de la época. Durante todo el siglo XVII resistieron el acoso de expediciones holandesas y portuguesas que intentaron aniquilar a ese mal ejemplo.

En 1791, estalla una exitosa rebelión en Haití que logra abolir la esclavitud y desató la huida masiva de los blancos. Trece años después, constituyen la primera república negra de América, cuya constitución consideraba negros a todos los ciudadanos independientemente del color de su piel.

¿Qué celebran?

Las hipócritas denominaciones con que se sigue conmemorado el aniversario de la llegada de Colón ponen de manifiesto el intento de disimular, encubrir y minimizar los crímenes cometidos. Celebrar “el descubrimiento de América” significaba OLVIDAR, nada menos, que existían unos setenta millones de seres humanos que ya vivían en el continente y disfrutaban de él. Las otras denominaciones “encuentro de dos culturas” o “de dos mundos” fue un hábil intento de falsificar la historia, dado que ese “encuentro” no tuvo nada de pacífico como pretendieron instalar los colonizadores.

Los oprimidos siguieron el camino de lucha

Desde esa época las clases dominantes y los pueblos del continente tienen una larga historia de enfrentamientos. Unos por continuar la explotación y los otros por su liberación y un mejor bienestar social.
El sistema de los gobernantes funcionales acostumbrados a un status quo, inalcanzable para el resto de las personas, son los responsables del empobrecimiento generalizado, del hundimiento de las economías y la descomunal entrega de las riquezas naturales. Ellos son los causantes de que millones de niños, mujeres y hombres latinoamericanos padezcan hoy hambre, miserias, marginación y segregación.

Por| Equipo prensa RDS| Foto C.P.