El apache Gerónimo y el mapuche Keupü: tan lejos y tan cerca

No sé qué importancia dan en Chile al Día del Aborigen Americano. Tampoco es que en la Argentina se encienda el calendario, pero el columnista aprovecha la efeméride del 19 de abril -de origen un tanto insípido- para contar en forma mínima un par de historias cuyos protagonistas no se cruzaron, pero que, sin embargo, se relacionan íntimamente.


¿Quién no conoce a Gerónimo? No hace falta ser especialista en historia indígena de Estados Unidos para -al menos- tener una vaga idea sobre la gesta del jefe chiricahua. A su manera, Hollywood ayudó: quien firma recuerda su presencia en varias películas de esas que llegaban a nuestros televisores en blanco y negro, los sábados por la tarde de la infancia. Obviamente, siempre como el malo. Inclusive hoy puede verse en Netflix “Gerónimo, una leyenda americana”, film que data de 1993 y que hace un poco más de justicia a su actuación, aunque la trama se centra en sus últimos años en libertad.


Claro que Gerónimo no se llamaba así, su verdadero nombre fue Goyathlay, que significa “El que bosteza” en el idioma de su pueblo. ¿Cómo un guerrero se va a llamar “El que bosteza”? En realidad, el hombre no tenía intenciones de forjar leyenda alguna e inclusive, durante su juventud no llamó la atención precisamente por su bravura. Más bien al contrario, pero entre los ejércitos de México y Estados Unidos se las arreglaron para poner a todo el pueblo apache o mejor dicho diné, en una disyuntiva de hierro. En 1851 tropas mexicanas atacaron poblaciones diné en Sonora y ultimaron a la compañera de Jerónimo, a su madre y a tres hijos de la pareja. A pesar de tamaño dolor, décadas después el futuro jefe de guerra aceptó recluirse en una reserva, junto con miles de los suyos. Según testimonios apaches contemporáneos, vivir en ese pedazo de tierra olvidada por las lluvias y castigada por las enfermedades, era literalmente imposible.


En realidad, el responsable político del grupo que decidió abandonar la reservación era Juh, su hermano, pero Goyathlay se fue destacando en el combate y que oficiara como jefe de guerra, fue cuestión de tiempo. En 1885, varios grupos apache buscaron refugio en la Sierra Madre, por entonces, jurisdicción mexicana. Desde allí resistieron con éxito los embates de los dos ejércitos y lograron que otros guerreros y sus familias se resistieran a languidecer en el penoso sistema de reservaciones. En Washington estaban que trinaban y mandaron al general Crook a finiquitar el pleito. El enviado era un viejo conocedor de apaches e inventó una excusa para cruzar la frontera mexicana con sus tropas, integradas en forma mayoritaria por exploradores del mismo pueblo que su presa. “Indios amigos” se les llamó por acá… Crook se hizo acompaña por un fotógrafo, quien logró las únicas fotografías de aquellos guerreros en libertad. Eran menos de 40, perseguidos por tres mil soldados estadounidenses. En 1886, Goyathlay se entregó voluntariamente. Nunca pudieron capturarlo.


En 1880, Julio Roca alcanzaba la presidencia de la Argentina. El año anterior había comenzado la así llamada Campaña al Desierto, ofensiva que generó 14 mil bajas entre los mapuche, entre prisioneros y muertos, según la propia contabilidad argentina. Hubo un longko que alcanzó a poner distancia entre su gente y los flamantes fusiles de retrocarga: Keupü, autoridad política de los waizufche, es decir, gente mapuche de la cordillera. Buscó refugio en su territorio de origen, la zona de los lagos Aluminé, Ruka Choroy y Moquehue, más las nacientes del Biobío. Como consecuencia de un acuerdo con Buenos Aires, se había asentado años antes en el río Colorado, cerca del mar, pero la toldería se movilizó cuando se supo que venían los wingka. Keupü tampoco fue originalmente un jefe guerrero o toki, pero hizo una promesa que cumpliría al pie de la letra: “no me van a llevar a Martín García”. Allí funcionó un campo de concentración de penoso recuerdo.


No sólo no se dejó capturar: el 18 de enero de 1881, al frente de 500 weichafe, entre los cuales había gente del Ngulumapu, consiguió confundir al enemigo y destruyó el fuerte Los Guañacos, sito unos 100 kilómetros al oeste de Chos Malal, en el actual norte neuquino. Hasta donde sabe el columnista, esa fue la única victoria mapuche significativa durante la segunda fase del avance argentino. No quedó ni uno de los soldados que integraban la guarnición. En los años siguientes, Keupü, cuyo nombre completo era Keupümilla, se las arregló para escabullirse entre bosques de pehuenes y cañadones cordilleranos. Sus jóvenes kona se cansaron de arrebatar los caballos de los wingka y también dieron pelea en enero de 1883, en el combate de Pulmarí. Finalmente, la superioridad adversaria fue enorme y el longko Keupü cayó durante el invierno de 1884. No hay imágenes suyas, porque nunca pudieron capturarlo.
Ni uno ni otro se consideraron a sí mismos aborígenes ni americanos. Diné uno y waizufche el otro. Goyathlaey y Keupü no se conocieron, pero en la resistencia a los opresores, fueron hermanos.

POR| Adrián Moyano.