La primera batalla naval de Sudamérica se libró en el Seno de Reloncaví

Para aportar contexto, confío una intimidad de escritor: estoy embarcado en un artículo que, de prosperar, integrará un libro de varios autores que quiere poner de relieve el centenario de la Patagonia Rebelde. Por las dudas, recordemos que, entre noviembre de 1921 y enero de 1922, fueron fusilados en el entonces Territorio Nacional de Santa Cruz, alrededor de 1.500 peones rurales. Son los sucesos que Osvaldo Bayer ventiló en “Los vengadores de la Patagonia trágica”, obra monumental que publicó a comienzos de la década de 1970. Pero se debe al historiador de Chiloé, Luis Mancilla Pérez, esclarecer una faceta que estuvo en silencio hasta hace muy poco: la participación de trabajadores de origen huilliche en esas grandes huelgas. Según el profesor, residente en Castro, aproximadamente el 80 de los fusilados era chilote y de esa proporción, la mitad, huilliche. Conocer su libro “Los chilotes de la Patagonia Rebelde” fue tan devastador como movilizador para el que firma.


Si bien leí bastante sobre la historia mapuche en Ngulumapu, hay que decir que no existe demasiada bibliografía sobre los williche, es decir, sobre los mapuche que al momento de la invasión española, residían a sur del río Toltén y menos aún, sobre los williche de Chiloé. Para superar el déficit, me recomendaron “Los chonos y los veliche de Chiloé”, publicación que data de 1991 y lleva la firma de Renato Cárdenas y otros dos autores. Veliche es una denominación a la española que recibieron los habitantes originarios de archipiélago tan querido. En esa tarea se fueron mis mañanas de la última semana y me parecen dignos de compartir con la audiencia de “Sed y resistencia” algunos aprendizajes.


Puerto Montt se erige a orillas del Seno de Reloncaví. Como sabemos, el pueblo mapuche nunca constituyó estados ni nada parecido. Según Cárdenas y sus compañeros, en la variante dialectal del mapuzungun que hablaban y todavía hablan las y los williche, la palabra “caví” o cabi refiere a la agrupación que trascendía a la familia. Suele traducirse como reunión. En tiempos de la llegada de los españoles a Chiloé, inclusive su área continental, se multiplicaban los “caví” por doquier. Los colonialistas los tomaron como base para sus odiosas encomiendas y para 1567, puede calcularse la existencia de 64 “caví” en el archipiélago, con aproximadamente 10 mil personas encomendadas, es decir, prácticamente reducidas a esclavitud. La toponimia actual de Chiloé y del resto de la región testimonia la intensidad que alcanzó esa forma de organizarse: Quicaví, Reloncaví, Curacaví, Puchuncaví y demás.


En general, suele afirmarse que la conquista española de Chiloé fue relativamente fácil, pero no fue tan así. Mariño de Lobera fue un cronista español, contemporáneo del mismísimo Valdivia. Su “Crónica del Reyno de Chile” jamás se publicó hasta 1865 y quizá por su impresión un tanto tardía, sea todavía hoy muy poco conocida “la batalla naval que tuvo el capitán Julián Carrillo con los indios en el río de Ancud”, según su relato.
Transcurría 1578, cuando una insurrección general campeaba desde Valdivia hacia el sur. El tal Carrillo era el corregidor de Osorno, quien se dirigió hacia el sur en persecución de “una cuadrilla de indios”, según Lobera. En uno de los lagos de la región, se encontró con quien desempeñaba idéntico cargo en Castro. Los dos aunaron fuerzas para castigar “el atrevimiento de los indios”. El primero fletó cincuenta piraguas, todo indica que sobre el Seno de Reloncaví, y navegó hacia la cordillera, donde se refugiaban los rebeldes. Curiosamente, el lonco de los williche se llamaba Beliche, siempre según el cronista. Éste reunió a guerreros de Purahilla -antiguo nombre del lago Llanquihue- y de Ralún, el sitio donde principiaba el Camino de los Vuriloches. Escribió Lobera: “se trabó batalla de las más sangrientas que se saben en este reino, donde por espacio de cuatro horas anduvieron revueltas las piraguas saltando los que iban dentro de unas en otras, y lloviendo continuamente piedras, dardos, balas y saetas con matanza de muchos indios, los cuales eran tan astutos que tenían instrumentos para asir las piraguas de los nuestros, no dejándolas gobernar ni menearse. Mas con todo eso, fueron finalmente vencidos con pérdida de veintisiete piraguas y quinientos hombres que murieron, ultra de ciento setenta que fueron cautivos”. Tal el desolador resultado. Hay quienes afirman que la del Seno de Reloncaví fue la primera batalla naval de la historia de Sudamérica. La próxima vez que vaya a Puerto Montt, cuando la Ruta 5 deje ver el mar, voy a observar esas aguas con nuevos respetos, en homenaje a la dignidad de los williche caídos en la defensa de su mapu.

POR| Adrián Moyano | Ilustración Memoriachilena.cl