Thoreau siempre está ahí

No puedo precisar cuándo supe de la existencia de Henry David Thoreau por vez primera. Quizá fuera en los tiempos de “El Expreso Imaginario”, mítica publicación que jalonó tramos de los 70 y que significó un refugio a la vez que un estallido de sensibilidades, para quienes fuimos adolescentes durante la última dictadura. O tal vez dos décadas más tarde, cuando cayeron en mis manos algunos ejemplares de “La letra A”, fanzine no menos mítico, aunque de menor circulación y de clara identificación anarquista. En cambio, sí puede precisar cuál fue la irrupción de Thoreau más reciente: se produjo al leer la reseña que sobre la película “Leave no trace” (“Sin rastro”), escribió el crítico Juan Pablo Cinelli para el diario capitalino Página/12. La película data de 2018 pero llegó a Netflix recientemente y al reseñarla, el especialista la emparentó sin dudar: “En los Estados Unidos existe una larga tradición de opción por la vida silvestre, que tiene su antecedente más notable en la figura del pensador y escritor Henry David Thoreau, nombre clave de la literatura de ese país, en especial en el más conocido de sus trabajos. ‘Walden, o la vida en los bosques’ es un libro con un aura mítica, en el que el autor narra su propia experiencia viviendo más de dos años aislado de la civilización, en una cabaña construida por él mismo a orillas de un lago”. El film es de Debra Granik y después de leer la crítica corrí a verla, porque precisamente, Thoreau ocupa un lugar de privilegio en mi panteón. Eso fue hace unas dos o tres semanas y si bien no recuerdo que padre e hija protagonistas mencionaran explícitamente a Thoreau en la trama, es obvio que su actitud se corresponde. En cambio, sí hay una invocación directa en “Mi abandono”, la novela del escritor Peter Rock que inspiró la película. Antes de arrancar la trama, hay una cita: “Es notable cuántas criaturas viven libres y salvajes en secreto en los bosques, pero se alimentan en los alrededores de los pueblos bajo la sola sospecha de los cazadores”.

Me sorprendí gratamente al encontrar el libro en una librería de Bariloche, publicación del sello argentino Ediciones Godot. Supongo que el título debe inspirarse en este pensamiento de Caroline, la chica protagonista: “Si una avanza confiada en dirección de sus sueños, encontrará un éxito inesperado en horas ordinarias. Atravesará un límite invisible. No olviden esto. No olviden que el pensamiento puede interponerse. Olviden olvidar. Buscamos olvidarnos de nosotros mismos, sorprendernos y hacer cosas sin saber cómo ni por qué. El camino de la vida es maravilloso. Se hace de abandono”.

Llama la atención que Thoreau se las arregle para permanecer entre nosotros y nosotras, si se tiene en cuenta que murió en 1862. No es el único, pero no hay tantos personajes del siglo XIX que periódicamente, irrumpan en la cultura popular, en particular, la que cultivan aquellos y aquellas que tiene algún rincón iconoclasta en sus pensamientos o emociones. Antes de aquella reseña, me había hecho de “Thoreau, el salvaje”, libro que lleva la firma del filósofo post anarquista Michel Onfray, también en la Argentina gracias a Ediciones Godot. El francés rescata a Thoreau en sus múltiples facetas, entre ellas, la de lector desaforado y también crítico, pero subraya la coherencia entre pensamiento y práctica: “No tiene sentido, para este hombre que critica libros -escribió Onfray- renunciar a ellos, pero tampoco tiene sentido contentarse sólo con ellos: él quiere también y sobre todo, en principio, el contacto con la naturaleza, la experimentación y la presencia del mundo, la activación sensual y sensorial: mirar, contemplar, observar, escrutar, percibir, oír, escuchar, tocar, palpar, degustar, rozar, sentir, oler, aspirar, respirar, probar”.

No, en la nómina no figura el verbo consumir.

Antiesclavista y pregonero de la desobediencia civil cuando su país inició una guerra de agresión contra México, Thoreau también se mostró admirador de las culturas indígenas, aunque no alcanzó a dimensionar la trama colonialista que se desplegaba frente a sus ojos. Hay una pregunta que se formula casi sola: ¿Cuál sería la actitud Thoreau en 2021? Aislarse para vivir dentro de la naturaleza es cada vez menos posible, porque como plantea “Sin rastro”, el Estado puede hasta perseguirte si elegís ese camino. Pero seguramente, Thoreau no dependería de múltiples pantallas, renegaría de los mandatos tecnológicos y se sustraería a los imperativos de las redes sociales, entre otras expresiones de autonomía. No obstante, no hay que perder de vista que la suya fue una rebelión individual, ante el avance del capitalismo en sus primeras versiones. Hoy, no hay chance de resistir, si no es en forma colectiva, pero el autor de “Walden” no se desesperó ante correlaciones de fuerzas adversas: “Cualquier hombre que sea más justo que sus vecinos, constituye ya una mayoría de uno”, proclamó. ¡Como no llevarlo en el tuétano!

Por Adrián Moyano.