“Black is beltza”: la soga en nuestro cuello, no estará para siempre
A mí no me vengan con cuentos. La parálisis que sufrió la industria cinematográfica durante buena parte de 2020 debe explicar que una plataforma como Netflix, haya estrenado un par de semanas atrás “Black is beltza”, película de animación para grandes que tiene como director al mismísimo Fermín Muguruza.
Su inclusión fue justificada por cierta prensa por el surgimiento de nuevas plataformas que disputan la hegemonía del gigante digital y le hacen perder público por izquierda. Sea por la escasez de estrenos o por la necesidad de moderar su perfil en extremo comercial, ¡bienvenida sea la llegada de “Black is beltza”!
La película data de 2018 y desde entonces, el columnista la esperaba como bosque al otoño después de un verano de sequía. Vaya sorpresa, más allá de su formato de cómic y de atractivos colaterales, como las andanzas amorosas de su protagonista, es una pequeña clase de historia política contemporánea.
La acción arranca en 1965, cuando una comparsa de títeres gigantes, célebre por sus desempeños en Pamplona, debía participar como invitada en una procesión pensada como espectáculo por las calles de Nueva York. Hay que recordar que, por entonces, el racismo de la sociedad estadounidense estaba lejos de batirse en retirada y el elenco euskera enfrenta una prohibición: los gigantes que representaban gente afro, no pueden desfilar. Descontento con esa determinación, que sus compatriotas aceptan sin chistar, Manex no sólo altera el normal desenvolvimiento del desfile, además decide quedarse en la megalópolis estadounidense, donde se vincula con el futuro manager de Otis Redding y con una morena que además de irresistible, es integrante de la Inteligencia cubana. Para los y las más jóvenes, recordemos que, por entonces, la Revolución de Fidel y el Che, recién llevaba seis años de marcha, tan triunfal como incierta. Ese mismo año, 1965, fue asesinado Malcolm X y de pronto, Manex se ve corriendo por las calles de Nueva York, en una protesta que es dispersada por la Policía sin miramientos. Nada que el muchacho no conociera: de perfil un tanto parecido a Corto Maltés, Manex es obviamente vasco y en su país campea la dictadura franquista, a la que enfrenta desde la resistencia euskera. Fermín se cuidó de no mencionar a ETA en toda la película, seguramente para evitar censuras explícitas o implícitas.
Gracias a la chica cubana, Amanda Tamayo, el héroe de la trama recala en la mismísima Cuba, donde conoce al mismísimo Che y fugazmente, se topa con el mismísimo Fidel. Impresionado por su puntería y como tiene ciudadanía francesa -el país vasco está ocupado, parte por España, parte por Francia- el comandante más querido imagina una misión para Manex, que consiste en contactar a los Panteras Negras para sacar a uno de sus miembros destacados fuera de Estados Unidos.
El Black Panter Party se fundó en 1966 y constituyó un auténtico dolor de cabeza para el establishment y la clase media estadounidenses. En sus orígenes pregonó el marxismo ante las mismísimas narices del Tío Sam y en plena Guerra Fría, además de una suerte de nacionalismo negro. Pero a diferencia de Martin Luther King y otros próceres de las luchas antirracistas, los “black panter” reivindicaban la violencia revolucionaria. El FBI tomó debida nota de sus acciones y proclamas, a tal punto que no dudó en asesinar ilegalmente a varios de sus referentes. ¿Juicios justos? No, nada de eso. A propósito, sobre el tema también se puede ver “El juicio a los siete de Chicago”, que aborda el mismo período.
Cuando Manex retorna a Estados Unidos para cumplir su misión, la banda de sonido sabe de Jimi Hendrix y de Janis Joplin. Y no da contar más detalles de la película y menos aún su final, simplemente queda compartir un par de impresiones. Fermín Muguruza es un patriota vasco, pero también, un tremendo internacionalista. A través de un cómic -ese fue el formato original de “Black is beltza”- se propuso recordar que 50 años atrás, la hegemonía de la que todavía disfruta Estados Unidos no era indiscutida. No sólo a 145 kilómetros florecía una revolución que se había sacudido el yugo de las barras y las estrellas, incluso dentro de sus fronteras una expresión del pueblo afro-estadounidense fue capaz de conmover sus cimientos, con una sucursal en Argelia inclusive. El reloj se detuvo -en la película literalmente- el 9 de octubre de 1967, cuando el Che cayó en Bolivia. Por entonces, Manex estaba de nuevo en España y pronto la Guardia Civil le haría pasar un mal trago. Pero su suerte y la de “Black is beltza” ya estaban echadas.
Una pista, beltza significa en euskera lo mismo que kurrü en mapuzugun. La letra de “Gora Herria”, canción de Negu Gorriak que solíamos pasar 25 años atrás, termina con una proclama: “un pueblo que canta, no morirá jamás”. Y si además es capaz de hacer cómics y películas, menos todavía. “Gure lepoan soka / ez dago betiko” significa: “la soga en nuestro cuello no estará para siempre”.
POR| Adrián Moyano.