Una trompada histórica, La Renga y el aguante del “maldito rock”
La columna iba a versar sobre cualquier otra cosa, pero un video aterrizó en mi celular. No tiene ni por asomo calidad profesional, es un registro más que aficionado y, además, después de hacer cuentas, constatamos que, por entonces, existían los celulares, pero sólo como teléfonos móviles, todavía no tenían capacidad de filmar. El que filmó ni siquiera tomó la precaución de cantar lejos del dispositivo que fuera y su voz se escucha más nítida que la del Chizzo. La imagen está tomada desde arriba del escenario y lo único que se advierte con total claridad son las aguas del Nahuel Huapi más, algunos de sus contornos montañosos. El que filmó no pudo ceder a la tentación y por momentos, pareciera que se dio al pogo. Sobre un rincón del precario escenario, flamea una orgullosa wenufoye. En otro de sus rincones, la bandera mapuche-tehuelche que, sobre todo, identifica a las comunidades de Chubut y Santa Cruz. Salvo por instantes, la música se adivina más que escucharse, pero como la muchachada canta, la letra es inconfundible: “¡Hola a todos! ¡Yo soy el león!, / rugió la bestia en medio de la avenida, / todos corrieron, sin entender, / panic show a plena luz del día”. Es La Renga en el playón de Puerto San Carlos, es La Renga el 1ro de septiembre de 2005, es La Renga en Bariloche, 10 años después de que nuestro compañero Alfredo Chávez, le llenara la cara de dedos a Alfredo Astiz, símbolo del Terrorismo de Estado en la Argentina.
Sobre todo para les amigues puertomontinxs y para la purretada que nos pueda escuchar del lado argentino, quizás haga falta recordar un par de cosas.
El 1ro de septiembre de 1995, falté a la radio donde trabajaba porque andaba con gripe, pero la tenía sintonizada de temprano. En un momento, Carlos Bonilla, el conductor del programa, empezó a hablar en clave. Mencionaba un reporte del “francotirador del lago Berioshka” o algo así. Si bien al principio no entendí nada, supe que había pasado algo importante. Se sabía que el “ángel rubio de la muerte” andaba por casa porque todos los años venía a participar de un torneo para tropas de élite en el cerro Otto. Por entonces, los represores se paseaban impunemente por todos lados. Hasta recuerdo que compartí colectivo con Albano Harguindeguy unos años antes, todavía en Buenos Aires. Incluso, había gente que saludaba al ex ministro del Interior de la dictadura. Acá, fue distinta la cosa y a media mañana se develó la incógnita: un vecino había enfrentado al capitán de navío Astiz en la parada del Monolito, en el kilómetro 1 de la Avenida Bustillo, mientras el asesino de monjas esperaba el colectivo para ir de excursión. El guardabosques del Bosque Municipal Llao Llao había pasado con su camioneta hacia el centro, lo vio, no lo pudo creer y volvió. Se bajó y le preguntó: “¿vos sos Alfredo Astiz? Sí, ¿y vos quién sos? El que te va a recagar a trompadas”, respondió.
Par de días después conocí a Alfredo Cháves porque aquella radio -FM Mascaró- se convirtió en una suerte de base de operaciones. Lo llamaban de todos lados y por entonces, no sólo no había telefonía celular en Bariloche, ni siquiera abundaban los fijos. El asunto pasó en pleno menemismo. Año tras año por bastante tiempo, se conmemoró “la piña de Chávez” a instancias de un grupo de nombre glorioso: Autoconvocados Lo Emboqué Justo en la Trompa. ¿Cuántas veces vino La Renga a tocar gratis para celebrar la golpiza? Varios años después, cuando se produjo una tragedia de montaña en Bariloche, también un 1ro de septiembre, festejar perdió sentido.
Por estos días se cumplen 26 años de la pequeña revancha y pienso que Bariloche tiene fama de ciudad nazi. Bien ganada, por cierto, como queda en evidencia periódicamente. Pero también fue acá, en plena vigencia de las leyes de Punto Final, Obediencia Debida y los indultos, cuando se puso por primera vez un límite callejero a la impunidad. Hoy, 26 años después de aquel arrebato heroico, Alfredo Chávez es el pilar de La Vox Radio 100.1, la misma frecuencia que supo usar la gloriosa FM Mascaró.
La Renga -banda emblemática del rock argentino, si es que quedan- siempre fue de la partida. Tocó gratis para la gente y en solidaridad con aquellos puñetazos vindicadores. El video que disparó esta columna es un testimonio entrañable de la última vez que se armó la fiesta. El Poder Judicial falló la primera condena a cadena perpetua para Astiz en 2011 pero el pueblo empezó a hacer justicia acá, en Bariloche, 16 años antes porque hubo uno de nosotros que prefirió “la rebelión a vivir padeciendo”. Y allí estuvo “el rock, el maldito rock” para hacer el aguante.
Por Adrián Moyano.