Enronquecer la garganta por la Patagonia Rebelde

Cien años atrás, los peones rurales que trabajaban en las estancias de Santa Cruz, volvían a la huelga. Otro tanto hacían los trabajadores de las principales localidades. Como respuesta, la Policía del Territorio Nacional, a las órdenes del gobierno de Hipólito Yrigoyen, allanó las sedes gremiales y detuvo a los referentes de la Federación Obrera, pero no se contentó con apalearlos y torturarlos, además, los deportó hacia Buenos Aires en buques de la Armada de la República Argentina. Cien años atrás, más o menos por estos días, puede decirse que empezó a tejerse la trama final de los sucesos que quedaron en la historia, primero como Patagonia Trágica. Luego, como Patagonia Rebelde.

Pero, ¿quedaron en la historia? Sobre el fusilamiento de los 1.500 peones rurales que habían osado marcarle la cancha al omnímodo poder patronal, se abatieron toneladas de argumentos falaces primero y décadas de silenciamiento luego. Fue después de la tan minuciosa como valiente labor de Osvaldo Bayer que la verdad de la auténtica masacre empezó a conocerse, a comienzos de la década de 1970, es decir, medio siglo después. Recién por entonces… Tiempo suficiente como para que los asesinos de trabajadores quedaran impunes, no sólo quienes apretaron los gatillos, sino también los que dieron las órdenes y, sobre todo, aquellos patrones que habían trabajado pacientemente para desencadenar la represión.

¿Todos y todas sabemos de qué habla esta columna? Por las dudas y sobre todos para les más jóvenes, vamos a recapitular: en 1920 se había desencadenado una huelga en las estepas santacruceñas. No era la primera y sus planteos eran más bien mínimos vistos desde hoy, pero los grandes estancieros, muchos de ellos británicos o fuertemente asociados a capitales de ese origen, advirtieron el peligro de la movilización. Tres años antes, había triunfado la primera revolución obrera en la vieja Rusia y nadie quería que en la Argentina sucediera otro tanto, aunque que la demanda de instrucciones en español para los botiquines y el sábado libre para lavar la ropa, poco se pareciera a un gobierno de los soviets. La región venía de conmoción en conmoción porque en 1919, los trabajadores del Frigorífico Bories, en Puerto Natales, habían levantado acalorados reclamos ante el aumento del costo de vida. La intensidad de la movilización fue tal que, por varios días, los trabajadores controlaron la ciudad y dieron lugar a la así llamada Comuna de Natales, una de las páginas más gloriosas en la historia de la clase obrera patagónica. Por entonces, la principal organización de la región era la Federación Obrera de Magallanes, a cuyo influjo se organizó la Sociedad Obrera de Río Gallegos. En el sur del sur, el internacionalismo proletario era una realidad porque, además, las fronteras entre Chile y la Argentina eran un invento relativamente reciente. En 1920, la Liga Patriótica en su versión chilena, junto con la participación de fuerzas de seguridad, incendiaron la sede de la FOM en Punta Arenas. Algunos de sus referentes se fugaron hacia la Argentina y recién caerían durante los sucesos que queremos instalar en las memorias más ardientes. Fue en ese contexto que la peonada santacruceña, integrada en su abrumadora mayoría por inmigrantes de Chiloé, se levantó para exigir satisfacción a sus demandas. Si bien el gobierno nacional envió a tropas del Ejército, en esa primera oportunidad, el coronel Héctor Varela, hombre de la Unión Cívica Radical, encontró razonables los pedidos proletarios y acercó a las partes hasta que se celebró un acuerdo. Fue su incumplimiento en cercanías de la siguiente zafra lanera el que motivó la renovada medida de los trabajadores, pero la detención y deportación de sus compañeros equivalió a echar nafta al fuego. Con la conducción del célebre Antonio “Gallego” Soto y otros referentes que adherían al anarquismo, peones comenzaron a recorrer 100 años atrás las estancias santacruceñas para convocar a la huelga, incautar armas y en caso de encontrarlos, tomar como rehenes a estancieros o encargados. Bajo la presión de los grandes capitalistas, Yrigoyen volvió a enviar tropas, en particular, hombres del Regimiento 10 de Caballería. Soldados del Ejército Argentino contra peones rurales, en su gran mayoría sólo armados con sus cuchillos de faena. Los diarios de Buenos Aires hablaban de bandidos, de saqueos, de violaciones de mujeres y otras falacias. Sólo El Trabajo, el periódico de la FOM, informó como pudo sobre la realidad de los acontecimientos. En “Sed y resistencia” consagraremos varias columnas al homenaje de la Patagonia Rebelde porque a ciertas historias hay que reescribirlas hasta que se borren las letras del teclado, hasta que se enronquezcan nuestras gargantas, de tanta bronca.

Por | Adrián Moyano| Foto D.P.