Punta Arenas, octubre de 1913: el misterio del “barco de los esqueletos”

El caso del “barco de los esqueletos” es uno de los grandes misterios de la historia naval, la que aún es objeto de diversas teorías y mitos. 

Punta Arenas, octubre de 1913. Sobre las gélidas aguas del Estrecho de Magallanes se divisa la imagen fantasmal de un navío encallado en una rocosa isla

Los observadores de esta misteriosa imagen son tripulantes de otra embarcación, el Johnson, que navega proveniente desde Gran Bretaña.

Así lo relata el escritor Óscar Barrientos Bradasic en su libro “El barco de los esqueletos” (Pehuén Editores).

“De pronto, con una nitidez incisiva, los tripulantes observan abrirse paso entre las frías aguas australes un clíper de tres palos. El añoso maderamen corroído y las velas que ya son hilachas mecidas por el viento le dan un aire señorial y misterioso a la vez. En su casco puede leerse con cierta dificultad: Marlborough”.  

El Marlborough habría zarpado desde Nueva Zelanda, en el continente oceánico, con rumbo a Inglaterra en 1890. 

Tras el avistamiento de esta fantasmal embarcación, desde el Johnson saltan a la cubierta del Marlborough algunos tripulantes. 

Una macabra sorpresa los asalta de improviso: un esqueleto abrazado al timón les indica que algo inexplicable ocurre. Las osamentas pertenecen al capitán Herd

El barco de los esqueletos
Ilustración publicada por el diario parisino Le Petit Journal en 1913.

En el examen al Marlborough aparecen tres esqueletos más y bajo la cubierta se asoma una decena más. Estaban sentados sobre una mesa, como si la muerte los hubiese sorprendido mientras comían. Otros seis cuerpos fueron encontrados en otro rincón del barco. 

En la bitácora del Johnson, siempre según el libro de Barrientos Bradasic, se puede leer lo siguiente:

“Pisando con cautela la cubierta podrida, con grietas y partiduras en los lugares donde caminaban, encontramos tres esqueletos en la escotilla. En los comedores estaban los restos de diez cuerpos, y otros seis fueron encontrados; uno solo, posiblemente el capitán, en el puente. Había una quietud extraña alrededor y un olor húmedo a moho que ponía la carne de gallina (…). Nada más extraño en la historia del mar se ha visto antes (…)”. 

Las fuentes de información

El diario The Straits Times de Singapur publicó el hecho en 1913, basándose en informes cablegráficos enviados desde Nueva Zelanda, los que fueron publicados previamente en el periódico londinense Evening Standard, en su edición del 3 de octubre del mismo año.

Más tarde aparecería mencionado el hallazgo en el libro White Wings: Immigrant Ships To New Zealand, 1840-1902, escrito por Henry Brett y publicado en 1924.

Este último publicó, además, una nota referida al suceso en el diario neozelandés The Auckland Star en 1923

Luego, una serie de testimonios confusos comienzan a aparecer, entre los que destacan los del hijo del propio capitán Herd, quien se basa en el artículo publicado por el citado diario The Straits Times. El problema es que dicha fuente resulta ser muy poco confiable, según revela Barrientos Bradasic. 

Para agregar mayor confusión al caso del “barco de los esqueletos”, Basil Lubbok desacredita la historia del descendiente directo del capitán Herd en el libro The Last of the Windjammers, publicado originalmente en enero del año 1927. 

Dentro de toda la confusión referida a esta historia de muerte, hay una teoría que es generalmente aceptada: el propósito del capitán Herd y sus tripulantes habría sido doblar el cabo de Hornos, precisamente donde se unen los océanos Pacífico y Atlántico.

O sea, no se dirigían a Inglaterra, como se menciona al inicio de este artículo.  

La misteriosa historia del “barco de los esqueletos” y su perpetua incógnita ha servido de inspiración para no pocos escritores y poetas: ahí se encuentran los chilenos Osvaldo Wegmann Hansen, Oreste Plath y Christian Formoso, el norteamericano Robert Ripley y el español Arturo Pérez-Reverte

En Décima Sinfonía te dejamos una pregunta: ¿qué habrá pasado con la tripulación del Marlborough? ¿Los habrá matado un virus, el hambre o, quizás, fueron envenenados? Te leemos.

Miguel Negrón Oyarzo.