¡Chile! ¡No bajes las banderas!

COLUMNA|

Si bien el grunge, el rock mestizo y la autogestión de los 90 dejaron marcas en el lomo de este columnista, debo admitir que culturalmente, más bien vengo de los 80. Contaba con 19 años cuando retornó la democracia a la Argentina a fines de 1983, consecuencia de la estrepitosa retirada militar después de la derrota en las islas Malvinas. Estudiante de Ciencias Políticas además, asistí al retorno de las movilizaciones, los actos y las campañas con expresión atónita, producto de la permanente sorpresa después de la larga noche que se había robado toda la adolescencia. La primera vez que escuché el cántico que auguraba el final de la dictadura fue en el estadio de Obras Sanitarias, por entonces, catedral del rock en Buenos Aires. Debió ser en algún concierto de Serú Girán, de Spinetta Jade o tal vez, de Milton Nascimento con el Negro Rada.

Cuando la primavera democrática ya había estallado, por varios años continuó la efervescencia militante y hablando de cánticos, hubo tres que hicieron que la mirada del joven se dirigiera hacia el oeste. Una tarde, en un acto al aire libre cuya consigna no recuerdo, escuché: “¡Allende, Allende, Allende no murió! ¡Lo mataron los yanquis…! Continuaba con un insulto que gracias a las compañeras feministas, ahora no vamos a repetir. Y sí, ya sé que por acá decimos Allende con “y” y que ustedes en Chile pronuncian diferente. En otra ocasión, me parece recordar que un concierto en el Luna Park donde más que rock sonaba canción popular sudamericana, unos compañeros más experimentados coreaban: “¡Chile, Chile, Chile! ¡No bajes las banderas, acá estamos dispuestos a cruzar la cordillera!” Ya era demasiado para el joven inexperto, que entonces empezó a preguntar a los más veteranos y a leer. Entonces supo de la vía chilena hacia el socialismo, de la Unidad Popular, del rol de la tristemente célebre ITT, de la CIA y sobre todo, de la continuidad de la dictadura. Simultáneamente, con las lecturas llegaron las canciones.

Por un período de cinco años aproximadamente, el rock hizo un paréntesis en mi banda de sonido original para que ingresaran las letras que hablaban de revolución, de Sandino, de Farabundo Martín, de darle tu mano al “indio” pero también de matanzas, allá en el norte de salitre y Sol despiadado. Cantaba de memoria “Plegaria de un labrador” y “El pueblo unido” y todavía las canto. Vino un par de veces Quilapayún a Buenos Aires y ahí estuve, en un teatro demasiado coqueto para tanta llamarada. Cuando del lado argentino empezaron los juicios contra los criminales de la última dictadura, mientras en Chile los horrores continuaban, el cántico pasó a mayores: “¡Atención, atención! ¡Toda la cordillera va a servir de paredón!” Creanme, quisiera cantar pero suelo desafinar y en “Sed y resistencia,  hay una estética que cuidar.

La última vez que estuve en Puerto Montt fue a comienzos de octubre del año pasado. Me habían invitado a presentar mi libro más reciente, junto al gran historiador de la Futra Willi Mapu, Eugenio Alcamán. Fue un honor compartir mesa con él, en una maratónica tarde de presentaciones y conversatorios. Estaba contento, porque además, un par de semanas después debía viajar a Santiago, para participar de “Amulepe. Primera Feria Mapuche del Libro”. Tenía que partir de Bariloche un miércoles para desarrollar mis actividades entre jueves y viernes. Pero la semana anterior Chile despertó y ante las medidas represivas que adoptó el gobierno, la feria se suspendió y luego, con el asunto del Covid19, quedó postergada eternamente.


Amigues de Décima Sinfonía: ¿saben cuántas veces tuvimos que escuchar del lado oriental de la cordillera que Chile era el modelo a seguir, que la economía chilena era pujante y que los tratados de libre comercio eran la panacea para sacar al país del atraso? ¿Saben hasta dónde nos tenían los neoliberales argentos con las administradoras de fondos de pensión y las desregulaciones? Somos muchos los que por acá, el domingo vamos a estar con la mirada puesta para el lado donde se pone el Sol. Somos muchos los que nos salimos de la vaina para votar “Apruebo + Convención Constituyente”, aunque seamos ciudadanos de otro Estado. Somos muchos los que queremos ayudar a cavar la tumba del neoliberalismo y a parir una constitución plurinacional. Somos muchos los que hoy como ayer, pedimos: “¡Chile! ¡No bajes las banderas!”.

Por: Adrián Moyano.

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