Hay canciones que suenan como la guerra| Por Adrián Moyano
COLUMNA|
Seamos sinceros. Cuando en el siglo XXI decimos “canción de protesta” viajamos automáticamente a las décadas de 1960 o 1970 y nos imaginamos a un tipo o tipa, sólo munidos de guitarra y voz, más alguna armónica, en el mejor de los casos. La imagen no es del todo desacertada, pero en términos estrictos, las canciones de protesta sofisticaron su sonido con el devenir de las estéticas y los cruces entre el folk, el rock y otros universos sonoros. Sin ir más lejos, siete días atrás en esta misma columna, hablamos sobre “The revolution will not be televised”, un ráfaga de ametralladora contra la alienación no sólo televisiva que musicalmente, está muy cerca del funk y el soul.
El último domingo, el diario argentino Página 12 publicó una nota sobre “Even in exile”, flamante álbum solista de James Dean Bradfield, quien aprovechó una pausa en el trajín de Manic Street Peachers para despacharse con un homenaje a Víctor Jara. Al momento de idear esta columna, quien firma no había escuchado todavía la obra, una colección de temas inspiradas en el genio de Lonquén. Pero recordé que tenía ganas de hablar sobre la banda galesa porque precisamente, uno de sus temas la introdujo en la historia de la canción de protesta.
Cito la descripción del periodista especializado Dorian Linskey, a quien ya recurrí en varias ocasiones: “Es una canción acerca de los males del fanatismo –se martillean los nombres de Hitler y Mussolini-, pero suena fanática. Es como el informe final de alguien a quien se ha encargado de investigar las causas de una atrocidad y que, en lugar de aportar una serie de sabias y humanitarias recomendaciones, concluye que la peste moral campea a sus anchas y que la culpa es insondable. El cantante enuncia el veredicto final en un aullido estridente y distorsionado: “¿Quién es el responsable? ¡Tú eres el fucking responsable!” Se titula “Of walking abortion” y vuelvo a Linskey, “es sólo uno de los muchos momentos alarmantes en The Holy Bible”, el disco que la banda lanzó en agosto de 1994, es decir, 26 años atrás. El cantante de la banda era el mismo que hoy, saluda con su música al artista chileno. Un tanto en serio otro tanto en broma, en la Argentina los tangueros suelen decir que Gardel, cada día canta mejor. ¿Qué tanto me equivoco si digo que a medida que pasa el tiempo, la talla artística de Víctor Jara tiende a agigantarse? Pero vuelvo a Manic Street Peachers: el autor de la letra no era Bradfield sino Richey James Edwards, quien por entonces contaba con 26 años. Cinco meses después del lanzamiento, desapareció y nunca más se supo de él.
La banda nació en un pueblo minero del sur de Gales que sufrió una profunda crisis no sólo económica cuando el gobierno británico dispuso su cierre. El baterista, Sean Moore, primo de Bradfield, tocaba la trompeta en movilizaciones; el bajista que colaboraba en las letras, Nicky Wire, leía a Marx y Lenin, su primer poema se llamó “Después de 1984”, en referencia a la obra de George Orwell. Los cuatro habían abrevado en la tradición socialista de la región pero a mediados de los 90, pasaban por inadaptados y contradictorios. Además de los autores que ya mencioné, los muchachos admiraban a Burroughs en la narrativa; a Munch, Bacon y Warhol en el arte; a Ginsberg, Larkin y Rimbaud en la poesía y veían películas como “La ley de la calle” y “Apocalypse now”. “Cuando éramos jóvenes todo lo que queríamos era una banda que hablara de cuestiones políticas y nunca dimos con una. Todo era mero entretenimiento, canciones de amor que jamás cambiaron nada”, le dijo una vez a la prensa Edwards. Curiosamente, sus influencias más poderosas fueron Public Enemy y… Guns and Roses. La primera vez que tocaron en Londres, en 1989, una de las consignas que pudo leerse en sus remeras, decía: “Inglaterra necesita ya la revolución”.
Cuento corto: los Manic Street Peachers consiguieron sobrevivir a la desaparición de su compositor. En 2001 tocaron en Cuba. Cuando Bradfield le advirtió a Fidel que la banda haría mucho ruido, el comandante retrucó: “¿Más ruido que en la guerra?”. Los galeses habían cumplido su cometido: eran una banda que asumía posiciones políticas. Con respecto a Jara, dijo el músico en su podcast: “con los años se convirtió en una guía a seguir en todo el mundo, un tipo que creó una obra fascinante en un período de Sudamérica donde la derecha se manifestaba con mucha violencia. Y aun cerca de su final, cuando ya sospechaba todo lo que se venía, su música seguía siendo algo lleno de gracia. Eso realmente me impresionó. Me enseñó que siempre hay algo nuevo para hacer con una canción”. Y sumamos nosotros: no toda canción que protesta se limita a una guitarrita y una armónica. Hay algunas que se acercan a la guerra.
Por: Adrián Moyano.
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