Impuesto ambiental: La idea que gana fuerza en Europa
290.000 libras adicionales al año para iluminación y limpieza porque el smog oscurece y contamina todo: con esta estimación de costos para la ciudad industrial de Manchester, el economista inglés Arthur Cecil Pigou fundó una vez la teoría de los impuestos ambientales.
En el clásico “La economía del bienestar”, cuya primera edición se publicó ya en 1920, demostró que al permitir que tales “externalidades” fluyan hacia los precios de los productos, el estado puede maximizar el bienestar. En 2020, exactamente 100 años después, la implementación política de la visión de Pigou ha ganado fuerza, se están invalidando importantes objeciones, y el precio del carbono parece más eficiente que las regulaciones y prohibiciones según un estudio del Instituto de Potsdam para la Investigación del Impacto Climático (PIK) y el Instituto de Investigación Mercator sobre Bienes Comunes Globales y Cambio Climático (MCC). El estudio fue publicado en la reconocida revista Fiscalidad Internacional y Finanzas Públicas.
“Aquí ofrecemos un punto de anclaje para el actual debate fundamental sobre el climapolítica y economía climática“, explica Ottmar Edenhofer, director de PIK y MCC y uno de los autores.” Argumentamos que la lucha contra el calentamiento global debe llevarse a cabo principalmente a través de la fijación de precios del carbono en un sentido pigouviano y no, como todavía se practica y recomendado, a través de reglamentos y prohibiciones.
Los críticos deben preguntarse cuál es la alternativa: las medidas regulatorias pueden parecer más fáciles de implementar, pero sus costos económicos y efectos distributivos son claramente más problemáticos, especialmente en el caso de objetivos climáticos ambiciosos “. , y muestra que estos se han abordado de manera convincente en el paquete climático alemán de 2020 y parcialmente a través del Acuerdo Verde Europeo de la UE; también describe una política climática global basada en el precio del carbono.
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“Europa tuvo su impulso pigouviano en 2020; estamos viendo historias de éxito notables, pero hasta ahora, este progreso es frágil”, advierte Edenhofer. “Si vamos a aplicar finalmente enérgicamente las ideas desarrolladas por el gran pensador Arthur Cecil Pigou, necesitamos establecer más cursos”. El estudio describe la necesidad de actuar. Por ejemplo, un Banco Europeo de Carbono podría proporcionar un ajuste fino confiable del precio del carbono, al igual que el Banco Central Europeo se ocupa de la oferta monetaria y las medidas antiinflacionarias, independientemente de las fechas de las elecciones. Una reforma de los sistemas de transferencia global también podría ayudar a facilitar la fijación de precios del carbono en los países emergentes y en desarrollo. Y para apoyar la confianza en la política climática, un requisito previo fundamental para su éxito, se requieren nuevos formatos para un “proceso de aprendizaje conjunto entre científicos, responsables políticos y ciudadanos“. En Alemania, este proceso fue iniciado en 2020 por el proyecto de transición energética Ariadne.