Los mitos sobre el cortisol (también conocido como la “hormona del estrés”) abundan en las redes sociales. Pero, ¿qué es realmente? Esto es lo que dicen los expertos sobre esta sustancia que ayuda al cuerpo a funcionar.
Conocida coloquialmente como “la hormona del estrés“, el cortisol desempeña un papel protagonista en la mayoría de los procesos fisiológicos que hacen que tu cuerpo funcione. Pero en los últimos años, se convirtió en víctima de su propia fama, y la gente culpa a los presuntos desequilibrios de la hormona de dolencias como la “fatiga suprarrenal”, el aumento de peso, el agotamiento, la ansiedad, los dolores de cabeza y más.
El cortisol desempeña un papel vital en la salud. Pero, ¿son realmente tan frecuentes los niveles desequilibrados de esta hormona? Esto es lo que hay que saber sobre ella y por qué puede que no merezca tanta preocupación como algunos gurús de la salud de las redes sociales quieren hacerte creer.
Cuáles son las funciones del cortisol en el cuerpo
Secretado por las glándulas suprarrenales situadas encima de los riñones, el cortisol, conocido como hormona esteroide, se encuentra en casi todos los tejidos del cuerpo. “Sinceramente, no podemos vivir sin él”, asegura Anat Ben-Shlomo, endocrinóloga y profesora asociada de medicina en el Cedars-Sinai.
El cortisol permite que el cuerpo regule todo, desde el metabolismo hasta el sueño, pasando por la función inmunitaria y la inflamación, pero podría decirse que es más conocido por ayudar al organismo a responder a las amenazas percibidas, una función que le valió el apodo de “hormona del estrés”.
Cuando el cuerpo percibe una amenaza interna o externa, su sistema nervioso simpático se activa, desencadenando una compleja secuencia de respuestas hormonales. Una de estas respuestas consiste en hacer que las glándulas suprarrenales liberen cortisol, que ayuda al organismo a obtener la energía que necesita para hacer frente al estrés y volver a la homeostasis.
¿Se puede tener poco o demasiado cortisol?
Los tumores en la glándula pituitaria pueden desencadenar niveles demasiado altos de cortisol, dando lugar a una enfermedad llamada síndrome de Cushing, caracterizada por aumento de peso, debilidad, problemas de azúcar en sangre y hematomas.
Por su parte, las personas cuyo sistema inmunitario ataca sus glándulas suprarrenales no producen suficiente cortisol y pueden desarrollar insuficiencia suprarrenal crónica, también conocida como enfermedad de Addison, que puede causar fatiga aplastante, mareos, oscurecimiento de la piel, pérdida de apetito y otros síntomas.
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“Las enfermedades asociadas a la deficiencia o el exceso de cortisol son muy complicadas, multiorgánicas y multisistémicas”, explica Ben-Shlomo. Pueden ser difíciles de tratar y, cómo los problemas de cortisol comparten síntomas con otras enfermedades, es frecuente que se produzcan diagnósticos erróneos. Pero aunque los expertos sospechan que estas enfermedades están infra diagnosticadas, ambas se consideran trastornos raros.
El mito de la “fatiga suprarrenal”
A pesar de la rareza de los trastornos de cortisol, los gurús de la salud de internet y los profesionales de la salud alternativa afirman que con el estrés sostenido, las glándulas suprarrenales pueden quemarse y llegar a ser incapaces de producir cortisol, lo que lleva a una cascada de síntomas comúnmente llamados “fatiga suprarrenal”.
Pero el término es un mito, aclara Ben-Shlomo, y una revisión bibliográfica de estudios de 2016 sugiere que la condición no existe. “Realmente se necesita un insulto bastante grande para que tus glándulas suprarrenales no funcionen”, dijo Anne Cappola, profesora de endocrinología, diabetes y metabolismo en la Facultad de Medicina de la Universidad de Pensilvania (Estados Unidos), a National Geographic en julio de 2023. “Estas glándulas tienen mucha redundancia incorporada. Tienes dos glándulas suprarrenales. Necesitas menos de una para funcionar”. Aunque existen trastornos endocrinos graves, los investigadores advierten contra los intentos de “equilibrar” las hormonas en casa o de auto prescribirse suplementos (la mayoría de los cuales no están probados ni regulados) para evitar la deficiencia o el exceso de cortisol.
Si tus síntomas afectan a tu calidad de vida, acude al médico para obtener más información. Los endocrinólogos pueden descartar problemas suprarrenales y a menudo identificar otras afecciones, como la perimenopausia y el síndrome de ovario poliquístico (SOP), que comparten síntomas con los problemas suprarrenales.
“Lo bueno de las glándulas suprarrenales es que tienen una enorme capacidad para darte lo que necesitas para sobrevivir y soportar el estrés”, señala Ben-Shlomo.
Luchar contra el estrés crónico
Puede que el estrés no queme las glándulas suprarrenales ni agote las reservas de cortisol del organismo. Pero sus efectos son reales y están respaldados por una amplia bibliografía que subraya la relación entre los niveles elevados de estrés y el deterioro de la salud.
Por ejemplo, las personas con múltiples experiencias adversas en la infancia son propensas a padecer diversos problemas de salud, desde trastornos del estado de ánimo hasta obesidad e ictus.
El estrés puede desencadenar o empeorar un montón de otras condiciones, comprometiendo una variedad de sistemas corporales y llevando a un grupo de investigadores a escribir en 2017 que “la comunidad médica necesita tener una mayor apreciación del papel significativo que el estrés puede desempeñar en diversas enfermedades”.
Puede que no seas capaz de defenderte de un tumor en crecimiento o de un trastorno autoinmune. Pero puedes modificar tu experiencia de estrés mediante una serie de modificaciones en tu estilo de vida.
Ben-Shlomo y sus colegas hacen hincapié en el ejercicio regular, una alimentación saludable, la meditación o la atención plena, y dormir lo suficiente, factores que pueden tratar o incluso prevenir una serie de enfermedades que algunas personas pueden confundir con un problema de producción de cortisol.
Después de todo, el estrés agudo puede tener sus beneficios evolutivos, pero la mayoría de nosotros preferiríamos no experimentarlo.
“El estrés es malo”, concluye la experta. “Eso está demostrado más allá de toda duda”.