Columnas

El rock y la Guerra Civil Española: “que la tortilla se vuelva”

85 años atrás tenían lugar los primeros acontecimientos que desembocarían en la así llamada Guerra Civil Española, una contienda que no sólo interesó a los directamente involucrados, sino también a las potencias fascistas de la época, a la Unión Soviética y a todos aquellos que más allá de nacionalidades, vieron en la disputa una chance de plasmar en la práctica ideales libertarios, fueran anarquistas o comunistas. Como se sabe, después de tres vibrantes y sangrientos años, el bando que se llamaba a sí mismo “nacional” consiguió derrotar militarmente a la República y estableció una dictadura que se extendió por más de tres décadas. Aunque la conflagración se decidió en favor del fascismo, son innumerables las cuestiones que quedaron irresueltas en España, como pudo advertirse al reverdecer la intención de Cataluña de marchar hacia la independencia, pocos años atrás.

Pero esta columna no se va a detener en los aspectos militares, políticos o ideológicos de la Guerra Civil Española. Para quien quiera ahondar, el que firma recomienda precisamente “Homenaje a Cataluña”, libro que el británico George Orwell terminó apenas seis meses después de abandonar España, donde había peleado como brigadista internacional en la milicia del POUM, una de las expresiones trotskistas que participó del intento revolucionario que acompañó a los primeros tiempos de beligerancia. La obra también inspiró “Tierra y libertad”, la película del gran Ken Loach, una recreación acertada sobre el clima que se respiraba en Barcelona cuando el cielo estuvo a punto de caer por asalto.

Nuestra intención es plantear que pocos acontecimientos provocaron tantas reacciones en el ámbito del rock como la Guerra Civil Española, muy comprensible entre los hijos o nietos de los partícipes directos. En efecto, tocó al punk rock español hacer punta en reversionar las canciones que se cantaron en aquellas trincheras y las barricadas. De hecho, la versión de Los Muertos de Cristo del himno anarquista “A las barricadas”, se convirtió en un clásico de su producción y uno siempre se pregunta por qué la hicieron tan corta. La banda sevillana también recreó “Ay Carmela”, otra canción miliciana que, además, dio nombre a una película cuando “el destape español” celebró culturalmente el fin de la dictadura.

La nómina espontánea que sigue no pretende ser un inventario, sino simplemente apuntar que los sucesos de la península ibérica calaron hondo, más allá de generaciones y latitudes. Por ejemplo, en Chile, Los Miserables grabó en su disco “Cambian los payasos, pero el circo sigue”, una versión de “Gallo rojo, gallo negro”, una metáfora del enfrentamiento entre las huestes anarco-comunistas y fascistas. Los muchachos de Santiago la titularon “Los dos gallos”.

Españoles y chilenos tuvieron como indirecta antecesora a una banda británica que, en 1979, apenas dos años después de la explosión del punk en Londres, grabó “Spanish bombs”. Se trata de The Clash, el grupo que lideró el ala más politizada del insólito movimiento, tan capaz de coquetear con la simbología nazi como de desempolvar los ideales anarquistas, justamente en retirada desde la victoria fascista de 1939. The Clash homenajeó en su obra a Federico García Lorca y conmovió a todos sus escuchas de habla hispana con el estribillo: “Spanish bombs, yo te quiero (cuero) infinito. Yo te quiero (cuero), oh mi corazón”. En los 90, una banda mexicana de rock, ska y sonidos mestizos, concretó una versión inolvidable de “Spanish bombs”.

“Transgresores de la ley”, disco de Tijuana No, llegó a nuestras manos en 1994 o 1995, cuando la insurrección zapatista de nuevo dividía aguas y no sólo en México. A ese disco lo rompimos -literalmente- durante nuestras tardes de gloria en FM Mascaró.

Más recientemente y con una estética no tan roquera, irrumpió en escena en Buenos Aires el Club Artístico Libertad, que directamente se consagró a recrear aquel puñado de canciones que muchas veces habíamos escuchado en algunos fogones subrepticios o en veladas un tanto soterradas: “La hierba de los caminos”; “La Internacional”; de nuevo “A las barricadas” y otras joyitas que 85 años después de aquellos sucesos, todavía son capaces de emocionar.

Seguramente quedaron muchas afuera de esta enumeración, pero hay que perder cuidado. Como ya dijimos, en 2021 quedó claro que el fascismo se escapó de los libros de historia, incluso en la propia España. “Negras tormentas agitan los aires. Nubes oscuras nos impiden ver”. ¿Hay líneas más vigentes? Volveremos a cantarlas y sin dudas, nuevas bandas las volverán a grabar, hasta “que la tortilla se vuelva”.

POR| Adrián Moyano | Foto. D.P.

“Señor Cobranza”, un tema inoxidable

Transcurría el verano de 1996 o quizás, el de 1997. Como buena ciudad turística, Bariloche atrae durante las temporadas, una multitud considerable de artistas callejeros, aunque, justo es reconocerlo, la Municipalidad siempre trata de alejarlos, de encorsetarlos y de encuadrarlos, con tal de que no alteren el discutible concepto de orden del que hacen gala unos cuantos comerciantes céntricos. Quizás, el muchacho no estuviera al tanto de esos prejuicios y se vino igual con su guitarra hasta las orillas del Nahuel Huapi, como si se tratara de Villa Gesell o algún otro balneario bonaerense. En esa época, el conductor de “Sed y resistencia” (Rubén Darío Lagrás) y este columnista, copábamos las tardes de FM Mascaró. No me voy a extender con el autoelogio, porque ya lo dijimos en otra ocasión: a mediados de los 90, nos escuchaba hasta el enemigo. Alguien le dijo a El Cabra que, para sonar, tenía que venir a nuestro espacio y eso hizo. No nos vamos a dar de descubridores de talentos porque ni ahí. Además, era habitual que músicos visitantes quisieran tocar en vivo en la radio y en principio, para nosotros el muchacho de raro corte en su barba, era uno más. Pero cuando comenzó a cantar, paramos la oreja: “Me muevo para aquí, me muevo para allá / Norma Pla a Cavallo lo tiene que matar, qué me vienen con chorizos / Pero ya va a llegar, que cocinen a la madre de Cavallo o al papá / Y a los hijos, si es que tiene, y a su amigo el presidente / No le dejen ni los dientes, Menem, Menem, Menem se lo gana / No hablemos de pavadas, si son todos traficantes / ¿Y sino el sistema qué?

El pibe no andaba con vueltas y después de su actuación, dejamos entrever nuestra admirada sorpresa. Como era el productor del programa, hice valer mis jinetas y me quedé con el casete que dejó. El tema en cuestión se llamaba “Señor Cobranza”, la banda de la que formaba parte el músico veraneante, Las Manos de Filippi. Sin embargo, la versión grabada tenía un clima muy distinto a la acústica, el sonido no era muy feliz que digamos y no calificaba del todo para difusión radial. Por suerte, por entonces teníamos un operador muy despierto que grabó el mini-concierto de El Cabra en minidisc, un formato que superaba en sonido el disco compacto, pero que nunca prosperó comercialmente. Durante un tiempo, atesoramos esa pieza única que supo sonar en el aire de Bariloche antes que en ningún otro lado, hasta que otro programa de la radio comenzó a utilizarla como cortina y en un punto, la quemó, como decíamos entonces.

Volvimos a saber de Las Manos de Filippi cuando llegó a nuestras manos un disco que contenía la música de tres o cuatro bandas. Además de El Cabra y sus compañeros, estaban Actitud María Marta, Tintoreros, Las Plantas de Shiva y Virulana y sus Petzales. El compilado se llamaba Alta tensión y según fuentes que consulté, data de 1995. Es posible, porque por entonces, Bariloche quedaba en el culo del mundo y los discos, demoraban en llegar. Creo que a nosotros dimos con él un poco más tarde pero además, no incluyó “Señor Cobranza”. Las Manos metieron “El himno del cucumelo”, otro tema con destino de hit.

¡Cuál fue nuestra sorpresa al editarse en 1998, la versión de la Bersuit Vergarabat! Por entonces, ya no estábamos en el aire. Los últimos capítulos de “Días de Tormenta” (DDT) habían ganado el aire de FM Mascaró al expirar 1997 y recién volvimos a hacer radio juntos con Rubén en 2003. Con el respaldo de una trasnacional de la música, la versión de la Bersuit logró muchísima más trascendencia que la original de Manos de Filippi pero la cosa olía a oportunismo desde el vamos. Por no decir plagio… Fue la compañía la que salió a hacer una oferta para que las cosas no terminaran en Tribunales.

En 2017, la banda de Hernán de Vega -tal el nombre verdadero de El Cabra- grabó una nueva versión de “Señor Cobranza” para celebrar sus 25 años. La cuenta da 1992 y la verdad, la cronología desconcierta, salvo que se haya modificado la letra original. De la versión que sonó en el estudio de FM Mascaró, una de las estrofas que más nos conmovía, dice: “porque en la selva, se escuchan tiros / son las armas de los pobres / son los gritos del latino”. Siempre pensamos que hacía referencia a la insurrección zapatista, que comenzó el 1ro de enero de 1994. Y el primer disco oficial de Las Manos fue “Arriba las manos, esto es el Estado”, que salió a la calle en 1998. Pero, ¿a quién le importa? Además, la nueva versión incluye la participación de Anita Tijoux y además de renovar los saludos a Cavallo, Menem y otros prohombres de los 90, evidencia sus respetos a Macri, Piñera y otros de su calaña. “Porque tienen el poder y lo van a perder. Tienen el poder y lo van a perder”.

POR| Adrián Moyano | Foto. D.P.

Vasili Grossman, el escritor que humanizó la guerra

El 22 de junio de 1941, más de tres millones de soldados -entre alemanes y aliados- invadieron la Unión Soviética para iniciar la operación que Hitler llamó Barbarroja. La ofensiva tomó desprevenido al Ejército Rojo, ya que, en 1939, los dos colosos habían firmado un tratado de no agresión. Si bien tamaña movilización no pasó desapercibida para la Inteligencia soviética, se dice que Stalin desoyó las recomendaciones de sus generales, hasta que el rugido de los tanques que pasearon por las aldeas bielorrusas y ucranianas fue demasiado estridente como para hacer oídos sordos ante la realidad. Hace 80 años.

Pero esta columna no se va detener de lleno en historia bélica, sino en la de un hombre que escribió una novela devastadora, al inspirarse en el episodio que determinó la suerte del Frente Oriental y de la Segunda Guerra Mundial toda. En mi juventud, como creo que todo periodista varón, deliraba con ser corresponsal de guerra, pero felizmente, no tuve esa oportunidad. En cambio, cuando vio a su país bajo fuego, Vasili Grossman solicitó escribir para “Estrella Roja”, el diario del Ejército Rojo. En consecuencia, ya en agosto se trasladó al frente ucraniano, donde vivió en carne propia la falta de preparación soviética a la hora de enfrentar a la que, por entonces, era la maquinaria de guerra más sofisticada del planeta. En dos ocasiones estuvo Grossman a punto de caer en manos del enemigo y en las dos, convirtió el escape de los suyos en preciosas crónicas que sus camaradas leían una y otra vez, hasta tornar inservibles los papeles de los diarios. De esos primeros registros surgió su novela “El pueblo es inmortal”, que fue recomendado para un premio, pero Stalin no quiso saber nada. Si bien por entonces el escritor no deslizaba críticas hacia el líder soviético, sus relatos son tan vívidos y humanos, que quizá no fueran convenientes para la concepción estalinista de la guerra.

Al año siguiente, Grossman arribó a Stalingrado y a la vez que escribía crónicas, comenzó a garabatear la que sería su obra cumbre. Se trata de una novela extensísima que está divida en dos volúmenes: “Por una causa justa” el primero, y “Vida y destino”, el segundo. Por los vaivenes cambiarios argentinos y los caprichos de la industria editorial -no había ediciones nacionales de esos libros cuando Grossman se cruzó en mi camino- leí primero, la segunda parte. No creo que nadie haya descripto con tanta exactitud y al mismo tiempo, con tanta belleza, la brutalidad de la guerra: la pequeñez del ser humano frente a los torrentes de fuego, la insignificancia del heroísmo individual ante la magnitud gigantesca de la destrucción, la frágil intimidad de cada combatiente frente a los umbrales siempre extensibles del sufrimiento. No soy de leer muchas novelas, admito ese déficit en mi vida como lector, pero cuando terminé “Vida y destino” lloré desconsoladamente. Ahora que escribo y recuerdo su final, vuelvo a emocionarme.

En junio de 2012, la torpe maniobra de una máquina retroexcavadora interrumpió el suministro de gas en Bariloche por el lapso de tres días. Para les amigues puertomontinos, contemos que la mayoría de las casas en Bariloche están conectadas a la red, de manera que no cuentan con infraestructura para calentarse con leña y no íbamos a comprar calefactores a gas envasado para usarlos sólo un par de días… Mucha gente corrió a comprar calentadores eléctricos y como consecuencia, la sobredemanda dejó a buena parte de la ciudad sin luz. Por esos días, yo leía “Vida y destino”. Recuerdo una noche a la luz de las velas, con temperatura bajo cero y ron en vez de vodka. “Frío hacía en Stalingrado”, me consolé. Y seguí leyendo.

Grossman no sólo era de origen judío, además fue el primer periodista que ingresó al campo de concentración de Treblinka y con su pertinaz máquina de escribir, narró el infierno que se desplegaba frente a sus ojos. Luego de finalizada la guerra, su espíritu debió encontrar incomprensible que el gobierno de su país, también adquiriera sesgo antisemita, pero hay otro dato que parte el alma: Grossman nunca vio a su novela cumbre publicada. La férrea censura estalinista no se ablandó para él, ni siquiera en la época de Kruschev. El corresponsal del Ejército Rojo murió en 1964 y su obra máxima recién se publicó en 1980 en Suiza, gracias al trabajo clandestino de disidentes soviéticos. En su país, recién se pudo leer en 1985. La tragedia que primero documentó y después noveló, comenzó 80 años atrás. Ahora que amaga la nieve en Bariloche y volvió el invierno, cuando miro el termómetro retomo la costumbre de decirme a mí mismo: “frío hacía en Stalingrado”.

POR| Adrián Moyano | Foto operación Barba Roja.

¡Chau Pato! ¡Sangran nuestros corazones!

Corría 1997 cuando la radio en la que trabajábamos entró en crisis y ya no pudo pagar salarios. Con el ánimo de sobrevivir, cometí el peor error de mi vida económica y laboral: instalé una disquería. Suponía que por estar más o menos informado sobre el mundo de la música podía gestionar una relativamente selecta, que se especializara en conseguir figuritas difíciles y satisfacer un mercado que me parecía, en Bariloche estaba desatendido. Demoré dos años en aprender que para manejar un comercio hay que saber de cuentas y que traer hasta este rincón del mundo el último de Metallica en tiempo récord quedaba muy cool, pero no alcanzaba ni para comer. Al menos, yo no fui capaz de hacerlo.

Pero no todas fueron pálidas. Como para hacer honor al nombre que adoptaría una de sus bandas mucho tiempo más tarde, cada dos o tres meses comenzó a visitar la disquería un chabón que venía de Buenos Aires con la mochila cargada de discos. Hacía escala en Neuquén y después, se corría hasta Bariloche con material recién editado del sello NEMS. Por entonces, en la Argentina 1 dólar valía 1 peso y esa paridad mentirosa hacía posibles extravagancias de esta índole: el sello en cuestión editó en el país discos de bandas como Stratovarious, Blind Guardian, Rhapsody y otros elencos metaleros de Europa, que era muy difícil importar desde sus lugares de origen. El man emulaba la figura del antiguo viajante: recorría pueblos para vender mercadería. La suya era la música, pero nunca intentó colocar alguna banda que no me convenciera.

Con la sucesión de visitas, las charlas comenzaron a estirarse más allá de los aspectos estrictamente comerciales. Así supe que el muchacho viajero tenía su propia banda y que se llamaba Sauron. Los recuerdos se me confunden porque me parece que me dio en mano el primer disco de la banda en unos de sus viajes, pero ahora que busco información, las crónicas dicen que data de 2000, cuando yo cerré la disquería en 1999. Quizás fuera un EP. Como sea, recuerdo que Pato me contaba que había tomado el nombre de un personaje de Tolkien y que,  si bien lo suyo era el metal, su influencia más importante era su tío: José Larralde. Para les amigues chilenxs, aclaremos que se trata de una figura relevante del folklore argentino, en su faceta más campera. Pato hablaba de su obra con gran orgullo.

Cuento corto: después de cerrar la disquería, se interrumpió el contacto. Periódicamente, amigos en común me contaban de su vida durante alguna esporádica visita mía a Buenos Aires y así supe que para Sauron, las cosas iban bien, hasta que en un momento, le perdí el rastro.
Cuando irrumpió la pandemia, echó por la borda la concreción en Bariloche del Sin Fronteras Sur Fest, un cónclave metalero que prometía. Entre los números de fondo se destacaba Los Antiguos. Cuando faltaban un par de semanas para su concreción, un joven compañero del diario donde trabajo me confió sus expectativas de verla, entre muchísimas otras bandas de fuste. Para pispear, me asomé a los videos de Los Antiguos en YouTube y me sorprendió ver que su cantante era aquel chabón que 20 años antes, correteaba discos por las pocas disquerías que jugaban su suerte en Patagonia. Una voz inigualable, letras enigmáticas, sonido poderosísimo y una estampa de otros tiempos. Mi sorpresa fue mayúscula cuando poco después de la suspensión supe que el manager de la banda era un barilochense, cómplice también de los tiempos de los discos.

Con esa excusa -que el manager de Los Antiguos era barilochense- dibujé una nota para el diario donde trabajo. Hay que recordar que, desde marzo pasado, cronistas de Cultura y Espectáculos como el que firma, la tenemos difícil a la hora de reunir el material que nos piden nuestros empleadores, porque todo se suspende, todo se cae, todo se reprograma… La cuestión es que retomé el diálogo con Pato Sauron -así le decíamos nosotros-, 20 años después. Cuando terminó la entrevista, compartimos un par de recuerdos, afloró esa camaradería que ni el paso de siglos podría borrar y me dijo que sabía de mis libros. “Ya nos vamos a encontrar en la montaña”, prometió.

Estaba esperándote, Pato. Te estaba esperando para mostrarte un par de senderos que no conoce mucha gente y para confiarte el nombre de un par de estrellas en mapuzungun. Te esperaba para decirle a mi hijo con orgullo: él es el cantante de Los Antiguos, ¿ves que papá lo conoce? Te fuiste muy antes de tiempo, Pato, por la más malditas de las enfermedades huincas. ¡Qué tus aullidos hagan trizas la Tierra de Arriba y duelan los oídos, como duele nuestro corazón!

POR| Adrián Moyano | Foto D.P.

Por un periodismo que aporte a la construcción de “un mundo donde quepan muchos mundos”

Al concretarse el despojo contra el pueblo mapuche, fueron muy pocos los periodistas que pusieron sus crónicas al servicio de las víctimas y no de los victimarios. Algunos de ellos pagaron con la vida su osadía y otros, afrontaron exilio o estrecheces económicas. Hacia 1880, Francisco de Paula Frías editaba La Voz Libre en Temuco, medio que no trepidó en denunciar los robos de tierras que sufrían las reducciones, luego de finalizada la Ocupación de la Araucanía. Otro tanto hizo La Mañana, que tuvo que afrontar la destrucción de su imprenta. Pero Frías se embarcó además en un litigio judicial en representación de los longko Coñoñir y Calfupán, cerca de Carahue, al que ganó. Imagínense la irritación de gobernantes, jueces, militares, dueños de fundos y testaferros, cuando además, Frías publicaba relatos de esta índole: “El anciano cacique José Manuel Burgos y su hijo fueron reducidos a prisión por el excomandante de la Policía, Jacinto Sánchez, sin más delito que haber pretendido impedir su despojo violento que perpetraba en su fundo en Conunhuenu el exinspector de Policía señor Silva […] ¿Qué ley los autoriza a estos atropellos? Sólo la del fuerte contra el débil que siempre ha imperado en esta zona”. Frías fue asesinado en octubre de 1888, por matones a las órdenes del gobernador de Imperial.

Del lado argentino, no sé de hombres de prensa que adoptaran una actitud similar. Más bien al contrario: Remigio Lupo acompañó en 1879 la columna de Roca en la Campaña al Desierto y con sus reportes, contribuyó a ratificar entre sus lectores el ideario conquistador. Hubo un cronista que años antes, había denunciado la matanza de Pozo del Cuadril en cercanías de Villa Mercedes (San Luis) para el diario La Nación. El reporte no dudó en calificar de crimen de lesa humanidad el fusilamiento de más de 70 rankülche que habían ido a la población, a percibir las raciones que estaba obligado a entregar el gobierno argentino. Por entonces, existía un tratado de paz entre los principales loncos rankülche y la Argentina pero el hermano de Roca, Rudecindo, no dudó en pasar por las armas a gente que no tenía posibilidad de defenderse.

Otro redactor pareció conmoverse ante las inhumanas condiciones de detención que afrontaba el gran longko Purran en Buenos Aires. Autoridad de los pikunche, Purran había caído en una celada en enero de 1880 y pasó varios años de penurias en calabozos bonaerenses, hasta que consiguió retornar a Chos Malal, actual norte neuquino, para luego, buscar refugio en Ngulu Mapu. En su cautiverio, en dependencias del Ejército, recibió la vista de un hombre de prensa, que denunció someramente la situación ante sus lectores.

Pero aquellas fueron excepciones. Que yo sepa, aunque ojalá me equivoque, hay que remontarse hasta “La Chispa” de Osvaldo Bayer, para encontrar una actitud solidaria de periodistas argentinos hacia los abusos que incluso hoy, sufre el pueblo mapuche. Allí estuvo don Osvaldo con su pluma ígnea, para registrar la prepotencia de la Estancia Leleque, todavía en manos inglesas, y los padecimientos de la gente en Cushamen. Bayer había llegado a Esquel en 1958, con trabajo en un diario local. Como era previsible, al poco tiempo quedó despedido y lejos de darse por vencido, armó su propio diario, el que encomendó “contra el latifundio, contra el hambre” y “contra la injusticia”. En la localidad chubutense y en la Patagonia toda, tenía bastante materia prima. No por nada, 14 años más tarde marcó un antes y un después en la historia del periodismo de investigación con “Los vengadores de la Patagonia trágica”, crónica monumental sobre el fusilamiento de 1.500 peones rurales en Santa Cruz a manos del Ejército Argentino y grupos paramilitares. El 80 por ciento de los fusilado era de origen chileno y la mitad de ellos, huilliches. Volveremos sobre el tema en otra columna.

En la Argentina, nuestro día se conmemora el 7 de junio y en Chile, el 11 de julio.
Hoy, a lxs periodistas se nos pide que seamos “fabricantes de contenidos”, en lugar de escribir “el primer borrador de la historia”, como se decía hasta hace poco. Hay una relación directa entre la mierda que nos venden los grandes medios de comunicación -más sus émulos a escala- y la creciente derechización de la sociedad. Por mi parte y en nombre de “Sed y resistencia”, levanto la copa por Frías y Bayer, obviamente por Rodolfo Walsh. La levanto con lxs compañerxs que en 2021, conciben a su trabajo como aporte a la construcción de “un mundo donde quepan muchos mundos”, sin capitalismo, racismo ni jerarquías. ¡Salud y libertad! ¡Siempre!

POR| Adrián Moyano | Foto D.P.

África todos los días clama justicia

Dos confesiones. La primera, la columna atrasa una semana. La segunda, el orgullo de formar parte de un espacio que cuando correspondía celebrar a la Patria, editorializó sobre el Día de África, que también se conmemora el 25 de mayo. Se eligió la fecha porque ese día de 1963 se formalizó la Organización para la Unidad Africana, cuando el continente hervía de luchas por la liberación. El congreso fundacional se celebró en Addis Abeba, la capital de Etiopía. El país es periódicamente noticia por las hambrunas que provoca la supervivencia de las desigualdades, pero: ¿Sabías que Etiopía es uno de los pocos países del planeta que nunca fue conquistado por potencia europea alguna?

Impulsó aquella reunión el emperador Haile Selassie, hombre cuyo influjo fue muy poderoso en los albores de la cultura rasta y obviamente, en el reggae. Como te imaginarás, a quienes experimentamos “Sed y resistencia”, no nos impresionan demasiado emperadores o reyes, más bien al contrario, pero el hombre estuvo a la altura de las circunstancias cuando se peleaba con armas en la mano en buena parte del continente, para echar a los amos coloniales. Fidel Nadal hizo bastante por difundir su legado en la Argentina y también se debe al ex Todos Tus Muertos que mucho piberío de los 90 supiera de Patrice Lumumba, héroe de la liberación congoleña.

Para sintetizar rápidamente sus quilates, traigo a colación una frase de Allen Dulles, quien dirigió la CIA estadounidense entre 1953 y 1961: “Hemos decidido que su eliminación es nuestro objetivo más importante y que, en las circunstancias actuales, merece alta prioridad en nuestra acción secreta”. La Inteligencia estadounidense se salió con las suyas y después de un golpe de Estado, Lumumba fue asesinado en enero de 1961, es decir, hace poco más de 60 años. Hasta la propia Violeta le cantó: “Un río de sangre corre / por los contornos del mundo / y un grito surge iracundo / de todas las altas torres. / No habrá temporal que borre / la mano de la injusticia / que con crecida malicia / profanó al negro Lumumba. / Su cuerpo se halla en la tumba / y su alma clama justicia”. En Bélgica se frotaron las manos, al saber de su caída. Años antes, Lumumba había definido que el objetivo del Movimiento Nacional Congolés era “la liquidación del dominio colonialista y de la explotación del hombre por el hombre”. ¿Se entiende el encono de la CIA?

Cuando el que firma transitaba penosamente por ciertos claustros universitarios, hacía su carrera en otro curso una estudiante caboverdiana, que hablaba castellano. Recuerdo la pena de esa chica, cuando supo que un poco verosímil accidente de aviación, había perdido la vida Samora Machel, el primer presidente de Mozambique. En 1962, es decir, un año después de la muerte de Lumumba, Samora Machel se sumó a la guerrilla de su país y marchó hacia Argelia, donde recibió adiestramiento militar. Por entonces, tocaba a su fin la guerra de liberación del país norafricano, en cuyo fragor había florecido el imperecedero aporte teórico de Frantz Fanon. Con el vacío de poder que generó la Revolución de los Claveles en Portugal, la ocupación colonial puso pies en polvorosa y Mozambique alcanzó su independencia en 1975.

Para Samora Machel no había duda alguna: la única posibilidad de que su país alcanzara el desarrollo era a través del socialismo. Obviamente, apoyó al Congreso Nacional Africano, el partido de Nelson Mandela, en su lucha contra el apartheid. En 1984, cuando retornaba a su país después de celebrar un acuerdo con el gobierno sudafricano de la minoría blanca, el avión en el que viajaba cayó a tierra. ¡Oh casualidad! Sudáfrica siempre juró y recontra juró que nada tuvo que ver con ese atentado… ¡Perdón! Quise decir accidente.

El fin de las dictaduras en Portugal también apuró el triunfo revolucionario en otro de sus dominios coloniales: Angola. Aquí, el columnista tiene que hacer una recomendación: no dejen de leer “Un día más con vida”, de Ryszard Kapuscinski. A los que vivimos en el sur del sur, en general nos está vedado acceder a material de historiadores, poetas, novelistas o críticos africanos, pero los aportes del prócer polaco del periodismo funcionan como eficaz consuelo. Su crónica sobre la llegada de los soldados cubanos al aeropuerto de Luanda, cuando precisamente las tropas del apartheid sudafricano estaban en las puertas de la ciudad, emociona hasta el tuétano.

Así es amigues, África es bastante más que un djembe adquirible por Mercado Libre o un tallercito de danzas al uso. África es una revuelta eterna que tiene al colonialismo entre ceja y ceja. Por sus 11 millones de esclavos, por Lumumba, por Samora Machel y por los miles de caídos en la lucha por su liberación, África siempre clama justicia.

POR| Adrián Moyano | Foto D.P.

La primera batalla naval de Sudamérica se libró en el Seno de Reloncaví

Para aportar contexto, confío una intimidad de escritor: estoy embarcado en un artículo que, de prosperar, integrará un libro de varios autores que quiere poner de relieve el centenario de la Patagonia Rebelde. Por las dudas, recordemos que, entre noviembre de 1921 y enero de 1922, fueron fusilados en el entonces Territorio Nacional de Santa Cruz, alrededor de 1.500 peones rurales. Son los sucesos que Osvaldo Bayer ventiló en “Los vengadores de la Patagonia trágica”, obra monumental que publicó a comienzos de la década de 1970. Pero se debe al historiador de Chiloé, Luis Mancilla Pérez, esclarecer una faceta que estuvo en silencio hasta hace muy poco: la participación de trabajadores de origen huilliche en esas grandes huelgas. Según el profesor, residente en Castro, aproximadamente el 80 de los fusilados era chilote y de esa proporción, la mitad, huilliche. Conocer su libro “Los chilotes de la Patagonia Rebelde” fue tan devastador como movilizador para el que firma.


Si bien leí bastante sobre la historia mapuche en Ngulumapu, hay que decir que no existe demasiada bibliografía sobre los williche, es decir, sobre los mapuche que al momento de la invasión española, residían a sur del río Toltén y menos aún, sobre los williche de Chiloé. Para superar el déficit, me recomendaron “Los chonos y los veliche de Chiloé”, publicación que data de 1991 y lleva la firma de Renato Cárdenas y otros dos autores. Veliche es una denominación a la española que recibieron los habitantes originarios de archipiélago tan querido. En esa tarea se fueron mis mañanas de la última semana y me parecen dignos de compartir con la audiencia de “Sed y resistencia” algunos aprendizajes.


Puerto Montt se erige a orillas del Seno de Reloncaví. Como sabemos, el pueblo mapuche nunca constituyó estados ni nada parecido. Según Cárdenas y sus compañeros, en la variante dialectal del mapuzungun que hablaban y todavía hablan las y los williche, la palabra “caví” o cabi refiere a la agrupación que trascendía a la familia. Suele traducirse como reunión. En tiempos de la llegada de los españoles a Chiloé, inclusive su área continental, se multiplicaban los “caví” por doquier. Los colonialistas los tomaron como base para sus odiosas encomiendas y para 1567, puede calcularse la existencia de 64 “caví” en el archipiélago, con aproximadamente 10 mil personas encomendadas, es decir, prácticamente reducidas a esclavitud. La toponimia actual de Chiloé y del resto de la región testimonia la intensidad que alcanzó esa forma de organizarse: Quicaví, Reloncaví, Curacaví, Puchuncaví y demás.


En general, suele afirmarse que la conquista española de Chiloé fue relativamente fácil, pero no fue tan así. Mariño de Lobera fue un cronista español, contemporáneo del mismísimo Valdivia. Su “Crónica del Reyno de Chile” jamás se publicó hasta 1865 y quizá por su impresión un tanto tardía, sea todavía hoy muy poco conocida “la batalla naval que tuvo el capitán Julián Carrillo con los indios en el río de Ancud”, según su relato.
Transcurría 1578, cuando una insurrección general campeaba desde Valdivia hacia el sur. El tal Carrillo era el corregidor de Osorno, quien se dirigió hacia el sur en persecución de “una cuadrilla de indios”, según Lobera. En uno de los lagos de la región, se encontró con quien desempeñaba idéntico cargo en Castro. Los dos aunaron fuerzas para castigar “el atrevimiento de los indios”. El primero fletó cincuenta piraguas, todo indica que sobre el Seno de Reloncaví, y navegó hacia la cordillera, donde se refugiaban los rebeldes. Curiosamente, el lonco de los williche se llamaba Beliche, siempre según el cronista. Éste reunió a guerreros de Purahilla -antiguo nombre del lago Llanquihue- y de Ralún, el sitio donde principiaba el Camino de los Vuriloches. Escribió Lobera: “se trabó batalla de las más sangrientas que se saben en este reino, donde por espacio de cuatro horas anduvieron revueltas las piraguas saltando los que iban dentro de unas en otras, y lloviendo continuamente piedras, dardos, balas y saetas con matanza de muchos indios, los cuales eran tan astutos que tenían instrumentos para asir las piraguas de los nuestros, no dejándolas gobernar ni menearse. Mas con todo eso, fueron finalmente vencidos con pérdida de veintisiete piraguas y quinientos hombres que murieron, ultra de ciento setenta que fueron cautivos”. Tal el desolador resultado. Hay quienes afirman que la del Seno de Reloncaví fue la primera batalla naval de la historia de Sudamérica. La próxima vez que vaya a Puerto Montt, cuando la Ruta 5 deje ver el mar, voy a observar esas aguas con nuevos respetos, en homenaje a la dignidad de los williche caídos en la defensa de su mapu.

POR| Adrián Moyano | Ilustración Memoriachilena.cl